RETRATO DE LA SOLEDAD
Ramón Luque Sánchez
Me vino a visitar. Era un gran pájaro
sin ojos y rastrojos por pisadas.
De su cuello colgaba una medalla
robada a una ninfa descreída
después de que rozara su plumaje;
la luz ignora que la sombra existe.
Vestía con el aura de los versos
y una leyenda antigua la envolvía:
el elixir del arte es estar solo.
Yo me bañé en su sangre, en la herida
que llevaba por boca y por mirada.
Tan sólo era yo sueños, sólo nubes,
y un gayo cascabel sin partituras.
Recuerdo que llamó con su corona
a mi ventana, y yo le abrí mi alma
a su codicia. Allí hizo su nido.
Ella quiso venderme un paraíso,
el viento del desierto por acordes;
y yo le di mis ojos por monedas,
el fruto de los besos por su olvido.
Andamos transparentes, una y uno,
sin vernos o rozarnos ni los nombres.
Yo dije qué cansancio, y el siroco
se comió hasta el iris de mi aliento.
Al irse me dejó ver el espejo
que escondía debajo de las plumas,
mas yo no me veía. Era una mancha
sin ojos que lloraran de esperanza.
Después dejó un cadáver por presente.
Y Dios tampoco estaba.
Y mis manos
clamaron por saciar la sed. Ni agua.
Y nadie me miraba. No veían
al hombre que era yo buscando un cielo.
Y nadie me creía. No me dieron
ni una burla ni un céntimo de asombro.
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