Ramón Luque Sánchez
A mis sobrinos
Ofréceme los libros que me evadan,
aquellos más antiguos, los de entonces,
los que llevaban láminas ornadas
con los sueños febriles de la infancia.
Déjame que naufrague entre las letras
que dieron vida y forma al laberinto
de goces y preguntas y ansiedades
que colman inquietudes y peligros.
Yo siempre fui feliz dentro de un cuento.
Entonces era yo aquel gigante
perdido en un jardín sin primavera,
y un pinocho de letras que soñaba,
y un guerrero, y un mago, y una rana:
lindo sueño de amor de una princesa.
Déjame conjugar aquellos verbos
que abjuraban de ogros y fracasos
con golpes de ilusión en la conciencia.
Era el instante aquel de los ensueños,
cuando la vista al mundo levantaba
y sólo era real el libro abierto.
Quimeras, aventuras y misterios
eran aquellas tardes de lectura,
simbiosis entre un ser y su delirio.
A un niño le da vida el personaje.
Ofréceme esos libros que me aviven
con la magia y candor de sus palabras,
pues tengo en la garganta aquel bocado,
el letargo del eco de una historia,
y necesito el beso de sus fábulas.
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